La mayor parte de los trabajadores en sociedades desarrolladas pasarán el 30 % de su vida en el trabajo. Hoy resulta evidente que integrar el bienestar en el entorno laboral tendrá un impacto positivo en nuestra salud y en la productividad de las organizaciones, es por ello que cada vez más oímos hablar del Wellness 3.0.
Hasta finales del siglo XX el trabajo se enmarcaba en un contrato social, según el cual los empleados recibían un salario a cambio del trabajo bien hecho, un modelo que aportaba seguridad y continuidad para ambas partes. Este modelo en absoluta quiebra, está dejando paso a una nueva propuesta de valor ante la necesidad de atraer el mejor talento.
¿Qué esperan actualmente los trabajadores de sus empresas?
Ahora los trabajadores esperan de sus empleadores condiciones contractuales que incluyan la preocupación por todos los aspectos de su salud y bienestar. De hecho, está cambiando radicalmente la idea que tenemos de la calidad de vida en el trabajo, por lo que las empresas empiezan a aplicar enfoques integrales que tratan de tener en cuenta todos los aspectos de la salud y el bienestar (o wellness) de las personas.
Hoy las organizaciones más avanzadas van un paso más allá y tratan de convertir las oficinas y entornos de trabajo en “destinos saludables” para sus empleados.
Esto significa adaptar tanto el espacio físico como la forma de trabajar, para que ambos aumenten verdaderamente el bienestar y mejoren todas las dimensiones de la calidad de vida, así como los resultados. Este tipo de entornos son cada vez más buscados y demandados por los trabajadores, que tienen claro que el lugar de trabajo puede y debe contribuir a su salud, en vez de deteriorarla o ser una fuente de estrés.
Al mismo tiempo, a este cambio en las expectativas se suma el hecho de que la mayoría de los programas ya existentes no están bien diseñados.
El enfoque más común, que suele consistir en un conjunto empaquetado de beneficios, ya no funciona en la mayoría de los casos: según un estudio de Keiser, en Estados Unidos solo el 40 % de los empleados opinan que los programas de bienestar realmente mejoran su vida, casi un tercio no los utiliza nunca y el 10 % ni siquiera sabe si están disponibles en su empresa. De ahí que sea más necesario que nunca crear nuevos programas que respondan de forma personalizada a las exigencias de los empleados en flexibilidad, conciliación y servicios que les aporten realmente valor.
Caso de éxito de la cultura del bienestar en la empresa
El primer pilar de una política de este tipo está en la cultura de la empresa, y es la dirección quien debe incluirla en la agenda estratégica. Peter Wald, jefe médico de la United Services Automobile Association (USAA), lo resume así: “El viejo modelo se centra en programas de bienestar fragmentarios, no integrados; el modelo moderno busca la creación de una cultura de bienestar enfocada no solo en el bienestar físico, sino también en el financiero y emocional; todos forman un conjunto”.
Así, en las instalaciones de la USAA hay paneles digitales con mensajes sobre vida sana y en muchas tienen centros de fitness gratuitos para los empleados. También hay programas de reconocimiento que reparten camisetas y dispositivos Fitbit como premio a la difusión de la cultura de bienestar. Las cafeterías de la empresa, además de estar decoradas con motivos relacionados con la comida saludable, la actividad física o las actividades familiares, ofrecen los platos más sanos del menú con un 50 % de descuento.
Bienestar o Wellness 3.0 no es una moda, es una tendencia que ha llegado para convertirse en realidad. Si bien es cierto que queda mucho camino por recorrer, tampoco lo es menos que las empresas más vanguardistas ya tienen claro que contar con una plantilla satisfecha y motivada pasa por incorporar la salud, física, financiera y emocional, a su propuesta de valor para los empleados.
