Las compañías no son entes abstractos que producen por arte de magia todas aquellas cosas que compramos, utilizamos o vemos por la calle.
Las empresas son entidades cuya parte más destacada y visible son sus empleados; ninguna empresa puede funcionar sin ellos. Asimismo, cuanto más satisfechos estén los empleados, menos riesgos correrá la empresa de que se marchen a otra compañía y más posibilidades tendrá de conservar el talento que ya posee. Por ello, es de gran importancia que estén satisfechos con su trabajo y con la labor que desempeñan en él.
No es difícil definir la satisfacción de los empleados. Un trabajador está satisfecho cuando ama su trabajo y lo lleva a cabo con emoción, ganas y esfuerzo, es decir, no solo por dinero, sino también por placer. Evidentemente, tener a los empleados satisfechos siempre va a reportarle beneficios a una empresa, ya que los trabajadores satisfechos desempeñan mejor sus labores en la empresa, lo que lleva a una mayor competitividad y productividad. Así, una empresa que quiera unos empleados felices debe ofrecerles las mejores herramientas y el mejor entorno para favorecer su motivación.
Pongamos algunos ejemplos: según la empresa Randstad1, los puestos más codiciados entre los trabajadores tecnológicos actualmente están en empresas como Google o Netflix. La reputación y el valor que trabajar en una de estas empresas aporta al currículum son factores que tiene en cuenta una persona en busca de empleo. Sin embargo, el motivo por el que empresas como estas son tan codiciadas entre los candidatos es que sus trabajadores están satisfechos. A juzgar por los resultados de estas compañías, no parece una mala estrategia.
La primera razón por la que es bueno tener contentos a los empleados es conservarlos. Si los trabajadores de una empresa no están satisfechos con su labor, terminarán por cambiar de puesto, lo que puede causar un efecto dominó que reduzca la plantilla —con la pérdida de talento que eso supone al irse los mejores— y cause serios problemas a la compañía. Por tanto, conviene no correr ese riesgo y hacer que los trabajadores se sientan motivados cuando desempeñan su labor para que no busquen en otra compañía lo que sienten que les falta en la que trabajan.
Asimismo, cuanto más satisfechos estén los trabajadores de una empresa, más fácil será que esta compañía pueda encontrar los mejores empleados cuando busque nuevos trabajadores. Si una empresa tiene fama de contar con unos empleados felices, es más fácil que la consideren nuevos candidatos de gran talento que estén buscando empleo.
En buena lógica, una empresa que cuente con trabajadores satisfechos tendrá mejores resultados. Si alguien no está contento en su puesto, los resultados de su trabajo no serán los mejores ni los más rápidos. Sin embargo, un trabajador satisfecho no trabaja solo por dinero; lo hace también por placer. Cuando una persona trabaja por placer, el resultado final siempre será mejor que cuando lo hace por obligación. Por tanto, mantener a los trabajadores contentos y satisfechos conducirá a mejores resultados en su labor, lo que aumentará la productividad y los beneficios de la compañía.
En un plano más material, contratar gente es caro. Mientras se buscan nuevos empleados, hay un puesto libre que no está produciendo nada. Las entrevistas son costosas y llevan tiempo. Según Randstad1, reemplazar trabajadores es un 200 % más caro que el salario de un empleado. Tener a los trabajadores satisfechos hace que sea menos necesario buscar nuevos empleados, lo que supone un ahorro para las empresas.
Finalmente, la satisfacción de los empleados tiene un impacto en el cliente o consumidor. ¿Quién no ha ido a un bar y el camarero le ha mirado con mala cara y le ha gruñido al responder? Evidentemente, ese empleado no está satisfecho con su trabajo, y esta insatisfacción acaba afectando al cliente. Sin embargo, si el camarero está contento y es todo sonrisas, uno se siente más cómodo en el bar y puede que se quede más tiempo tomando algo. La satisfacción de los empleados repercute también en la satisfacción del cliente.
